La forma como una ciudad o un país trata a sus mascotas, dice mucho de sus habitantes y de sus dirigentes.
Este perro descansa plácidamente en una de las calles de Estambul, en la que circulan diariamente más de 25 mil personas, algunas de las cuales se detienen a acariciarlo como si le conocieran de toda la vida.
En algunas zonas de Estambul, animales domésticos como perros y gastos son censados, vacunados, esterilizados y desparasitados por las autoridades locales, para llevar un mejor control de su población y procurar el mejor mayor bienestar para estos animales.
Este programa ha llevado a crear una especie de cultura de "mascotas colectivas o comunitarias", en donde no solo las autoridades procuran su calidad de vida, sino que residentes y visitantes contribuyen a su cuidado, proveyéndoles albergue, brindándoles comida o simplemente acariciándoles la panza que tanto les gusta. Por ello es común encontrar perros y gatos sanos y bien alimentados que se acercan a ti, como si te conocieran de toda la vida.
Los perros llevan en la oreja un tag o chip como prueba que están al día con sus vacunas, y suelen descansar plácidamente en medio de calles transitadas, locales comerciales y parques, con la confianza suficiente de sentirse queridos o protegidos. Son tan dóciles que algunos hasta caminan contigo contigo como si te mostraran la ciudad.
Aunque no puedo asegurar que sea una práctica en toda Turquía, pues pues solo recorrí gran parte de Estambul, sí puedo asegurar que lo que vi, fue sorprendente, y no lo había visto en otras capitales del mundo, hasta ahora.
Son tan consentidos estos animales, que es común que entren y salgan de los comercios como dueños de casa. De hecho, soy testigo en una cafetería cuando un gato se paró en la puerta de vidrio haciendo movimientos con sus patas en la puertas, hasta que salió uno de los empleados y le abrió. Acto seguido, se subió a unos de los asientos del local destinado a los clientes, y se quedó dormido. Al preguntar al mesero si era de ellos, me dijo, "no". "Es de todos". Son muchos los perros y gastos que cuando tienen frío o mucho calor, nos vienen a visitar y nosotros felices les permitimos el paso.
Lo mismo sucedió con un pastor alemán que estaba con una señora en otra cafetería, cuya cabeza acariciaba mientras degustaba su desayuno. Me dió tanta ternura que recordé a mi Chihuahua. Solo me sorprendí cuando la señora se fue, y el perro se quedó plácidamente descansando en el sofá. No era de ella; tampoco del restaurant. Era del barrio "y a veces nos visita" como afirmó Kamel, el amable mesero turco que nos atendió.
Son tan consentidas las mascotas domésticas en Estambul, que en su aeropuerto internacional tienen un "baño" o sala de descanso exclusivo para ellos, y en donde pueden hacer sus necesidades, comer alguna croqueta, o "charlar" con otros perros, mientras esperan su vuelo o la llegada de un ser querido.
Algo que me sorprendió mucho fue la actitud de los gatos con la gente. En mi experiencia, son un poco más ariscos que los perros. Sin embargo, en Estambul no solo se acercan, te acarician con su pelaje o cola, y hasta se montan sobre si en una actitud amigable que emociona, aunque algunos prefieren seguir de largo, para refugiarse en cientos de lugares que les brindan cobijo y protección.
La forma cómo un país trata a sus mascotas, dice mucho de sus habitantes. Por ello siempre celebraré y reconoceré estos ejemplos.