Diversos estudios han documentado el por qué a todos no nos gusta la misma música, pues su exposición a nuestros oídos suelen generar reacciones muy distintas según quien la escuche.
Por ejemplo, hay personas quienes le gusta la música clásica, en tanto que a otras les estresa. Asimismo, hay gente que puede sentirse muy a gusto – y hasta relajado – escuchando rock. Otros, por su parte, prefieren las baladas.
Lo cierto es que la música que más nos gusta siempre nos genera placer, gracias a la dopamina, un neurotransmisor que está presente en distintas áreas del cerebro, que activa diversas funciones de nuestro organismo, y está directamente relacionada con la alegría, el entusiasmo y hasta el gozo. Asimismo, este químico cerebral también tiene otros efectos importantes en nuestro comportamiento, el rendimiento físico, y hasta en nuestra capacidad para estudiar, aprender o tomar decisiones.
La música también puede ser un gran aliado (o enemigo) para conciliar el sueño o para mantener el buen humor. El secreto está en estudiar nuestras reacciones frente a distintos tipos de música, seleccionando aquella que nos genera el mayor bienestar físico y mental, favoreciendo inclusive el funcionamiento pleno de nuestros sentidos.
Un estudio de la Universidad de Florida demostró que la música es capaz de activar al cerebro, más que cualquier otro estímulo externo, llegando a sentirse sus efectos según el ritmo, la tonalidad musical o hasta la letra.
Por ejemplo, el ritmo musical activa los córtex parietal y frontal izquierdo, además del cerebro derecho, simplemente por el flujo sonoro de la música, o las imágenes asociadas al ritmo en un videoclip.
Asimismo, la tonalidad musical, es decir, los acordes y escalas asociados en torno a la cual giran las frases y progresiones musicales, tiene un efecto directo en el cerebelo, el lóbulo temporal y el córtex prefrontal.
Por su parte, la letra de la música no se queda atrás, y activa los córtex motor y visual, además de dos zonas vitales del cerebro, como son las áreas de Wernicke y de Brocca.
Entre los efectos de la música en la química cerebral figuran su potencial energizante (o relajante), según sea el caso, pues afecta los latidos del corazón, y por ende, el pulso y la presión arterial.
De igual manera, se ha documentado el efecto de la música sobre las ondas cerebrales. De hecho, un estudio del Instituto de Actividad Nerviosa Superior y Neurofisiología de Moscú, confirma con claridad la vocación especifica de la música para estimular las funciones superiores del cerebro que conllevan al acceso del potencial almacenado del subconsciente, la mejora del estado de alerta, la expansión de la conciencia, el bienestar general, y el desarrollo de las capacidades superiores del ser humano.
La letra de la música no se queda atrás, y activa los córtex motor y visual, además de dos zonas vitales del cerebro
La próxima vez que desee escuchar música, asegúrese de seleccionar aquella que vaya en la dirección de sus propósitos. Por ejemplo, si está trabajando y debe escribir un reporte, prefiera música instrumental para no congestionar al cerebro con palabras y frases que disminuyan su productividad.
Sin duda alguna, la música puede afectar nuestra química cerebral.
@DDiazMartin